El pasado sábado estuve en Barcelona. Ciudad cosmopolita, costera y llena de atractivos que hacen de la misma, una de las ciudades más visitadas de España. Siempre he escuchado que París, a pesar de los franceses, es maravillosa. Estoy de acuerdo con esa afirmación y la comparto con Barcelona. No estoy de acuerdo con meter en el mismo saco a todos los catalanes. Sólo una parte de ellos hacen que no sea nada agradable el visitar la ciudad y que uno vaya a ella porque no tiene más remedio. Su atractivo, su encanto, su personalidad y, en mi caso, que mi hija y mis nietos vivan en ella, no son suficientes para hacer que la visite con más frecuencia.
Como decía anteriormente, el pasado sábado 22 de setiembre, estuve en Barcelona. Siempre que puedo visité la iglesia de Santa María del Mar. Una boda y una multitud de visitantes, hicieron que mi estancia en ella no fuera como otras veces. Ruido, flashes y un sinfín de personas que estaban para hacerse fotos y no respetaban el más mínimo lugar, hicieron que marchara rápidamente. Las calles, abarrotadas de gente, ofrecían la imagen de una ciudad vital, acogedora, moderna y atractiva para los visitantes.
Plaza de San Jaime, a eso de las 13,30, repleta de turistas haciendo fotos, a la izquierda el Ayuntamiento, lazo amarillo en la fachada. A la derecha, la Generalidad, cartelería reclamando la «libertad de los presos políticos» y frente a su fachada, pancarta de dimensiones considerable:
«CATALONIA IS NOT SPAIN»
Los «mozos», que siempre que he pasado por la plaza estaban en las puertas de la Generalidad controlando el acceso a la misma, curiosamente no estaban visibles. Sintomático que en un día con tal cantidad de personas transitando no estuvieran visibles.
Y así, todo。Una parte de la sociedad «abducida» sin entender que la unión hace la fuerza.
Lo verdaderamente escalofriante es que mi querida Baleares va siguiendo la estela y la estelada camino este que hace que me plantee marcharme de MI TIERRA.